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Memorias de un testigo involuntario

2013

Comentario Elizabeth Subercaseaux

Escritora

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Quiero recomendarles un libro que acabo de terminar de leer. MEMORIAS DE UN TESTIGO INVOLUNTARIO, de Sergio Marras. Es una excelente crónica, contada en primera persona, que relata la historia de la resistencia de la prensa chilena entre los años 1973 y 1990. Sergio Marras era el editor cultural, general y director adjunto de la revista APSI, fundador y editor de la mitológica editorial Ornitorrinco y aunque él se declara un mero observador de los hechos, yo soy testigo presencial de que fue un actor importantísimo en la resistencia que cientos de periodistas chilenos opusimos a la dictadura militar.
Me ha fascinado el libro no solamente porque está magistralmente escrito y recrea con asombrosa minuciosidad una época en que la prensa chilena tuvo que hacer acopio de valentía y mucho ingenio para subsistir en un medio dictatorial, donde la libertad de expresión era aplastada a diario; es un relato apegado a la verdad, que no tiene nada de panfletario ni de ideológico; es lo que él vio, lo que a él le tocó vivir, en sus partes más trágicas y en sus partes más comicas. Una de las mejores memorias de la época que he leído hasta ahora.

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Revista Cosas

Crónicas de una época surrealista

Por Óscar Sepúlveda, 17 de diciembre de 2013

Estas 'Memorias de un testigo involuntario' es un texto que uno aborda con inevitable escepticismo. Un periodista escribiendo sus memorias a tan temprana edad. Porque admitamosque los 63 años no es una edad frecuente para emprender tamaños ejercicios literarios. Sin embargo, al avanzar por sus páginas, el lector se va encontrando con una sorpresa tras otra. Se trata de un libro heterogéneo que contiene relatos espléndidamente narrados de las experiencias vividas por Sergio Marras en el período que media entre 1973 y 1990. Todo empieza con el abrupto derrumbe de sus sueños juveniles por cambiar el mundo que significó para él el derrocamiento de Allende. El golpe lo sorprendió a los 23 años viviendo con un grupo de amigos en una casa comunitaria de la calle Versalles, en el barrio El Golf, en Santiago. El ambiente se le hizo irrespirable y decidió partir a un exilio involuntario a España. Allá se inició profesionalmente como fotógrafo de chicas desnudaspara una editorial española en los albores del destape español pos franquista. Ante su lente se desnudaban mujeres bellas con nombres como Purificación, Inmaculada o Encarnación, cuenta. De vuelta en Chile, inicia una azarosa experiencia periodística en la revista Apsi, en pleno régimen de Augusto Pinochet, donde debían ingeniárselas con hilarantes estrategias para burlar la censura. Marras también fue a dar a la cárcel por escribir un diario de vida apócrifo de Pinochet y su paso por la prisión tuvo de nuevo ribetes surrealistas. Su pericia narrativa le permite pasar con soltura desde hechos tragicómicos a la revisión de sus más importantes encuentros con personalidades como Nicanor Parra, Octavio Paz, Allen Ginsberg, Juan Carlos Onetti, Gustavo Leigh o Alejandro Jodorowsky, sin dejar fuera su descarnada crítica al estado actual de una prensa que a su juicio ha olvidado su compromiso con la verdad y la independencia de juicio. Un testimonio valioso, entretenido y profundo.

 

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Revista Qué Pasa

Fotografía, memoria

Por Álvaro Bisama, miércoles 6 de noviembre de 2013

La memoria es un boomerang. La memoria es un museo donde pasean fantasmas. La memoria es algo vivo. Todas estas ideas -contradictorias, acaso paradójicas- aparecen al leer Memorias de un testigo involuntario, de Sergio Marras (1950). Marras -que es sociólogo, fotógrafo, novelista y doctor en Literatura- se desempeñó como editor de la revista Apsi entre 1976 y 1990. A medio camino entre Europa y Chile, entre la literatura y la política, entre las imágenes y el humor, entre los espacios públicos y los cuartos cerrados de la clandestinidad, el libro recuerda cómo funcionó la cultura del Chile de aquel entonces. Se trata de un texto revelador, que linda con la picaresca: su autor pasa de fotografiar desnudos a editar ediciones especiales sobre la tortura, pero también a fundar, junto con Antonio Gil, la editorial Ornitorrinco donde se publicó, por ejemplo, la primera edición de Lumpérica de Diamela Eltit. 

Esa condición heterodoxa del trabajo de Marras es la principal virtud del volumen, donde se cruzan Octavio Paz con Jaime Gazmuri, François Mitterrand con la censura, los muertos de la CNI y la cárcel del régimen. Así, construye una narración insoslayable sobre la historia de la prensa chilena, su funcionamiento interno y sus relaciones con ese campo político que, en los primeros años de la transición, asfixió a las mismas revistas (Apsi, Análisis, Hoy) que fueron su principal tribuna. Marras describe todo este proceso de forma agridulce, leyendo a su generación y la relación que entabló con el poder. “¿Cómo escribir memorias si hemos sido sólo una pared?”, se pregunta en algún momento. El libro es la respuesta a esa pregunta, una especie de memorial que increpa al presente, un modo de encontrarse a sí mismo y su lugar en la historia.

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Diario The Clinic

Cuando reírse de Pinochet se pagaba con cárcel

Por Daniel Hopenhayn, 15 de enero de 2015

En agosto de 1987, la revista APSI inventó un delirante diario personal de Augusto Pinochet. Pero el humor de los periodistas se quedó corto frente a los argumentos de la Fiscalía Militar y la CNI paraencarcelarlos (¿por haber ofendido a su profeta?), aun cuando la edición fue requisada en la imprentay nunca se publicó. Sergio Marras alcanzó a estar tres meses en la cárcel por este agravio y en suúltimo libro cuenta la absurda historia.

¿Por qué, si el gobierno cuenta con destacados humoristas en todas sus esferas (como cuando se dijo que estamos a punto de ser un país desarrollado) viene y secuestrael suplemento humorístico de APSI? Creo que este es un caso para la comisión antimonopolios”.

Así se quejaba Hervi en el diario La Época el 26 de agosto de 1987. Una semana antes, Investigaciones había requisado en imprenta los 35 mil ejemplares delespecial Las mil caras de Pinochet: Mi diario secreto, que APSI pretendía publicar al día siguiente y donde un Pinochet vuelto caricatura daba rienda suelta a sus anhelos y temores más ocultos. La orden venía firmada por el general Jorge Zincke (más tarde procesado por secuestro y desaparición de personas) y los periodistas Marcelo Contreras –director de APSI– y Sergio Marras –director adjunto y creador del Diario secreto– fueron declarados reos por “ofensas a las Fuerzas Armadas”. Y claro, si habían vestido al dictador de Rambo, de aymara, de Luis XIV, levantando pesas, haciendo karate... Un asesinato de imagen que “pavimentaría el camino a su asesinato físico”, según diría Ambrosio Rodríguez, Procurador General de la República, en una charla sobre terrorismo a los cadetes de la Escuela Militar. Marras llegó a la ex Cárcel Pública y tuvo suerte: “Aquí somos todos radicales, herederos de don Arturo Alessandri Palma y de don Pedro Aguirre Cerda”, le confesó el Jefe de Guardia y lo alojó en la Enfermería a la espera de su traslado a Capuchinos. En su habitación de enfermo, que compartió con un asesino, vio a César Antonio Santis anunciar su detención por las pantallas de Canal 13. Para hacerse una idea del apego a la ley que inspiraba a la justicia militar, vale la pena citar este pasaje donde Marras se refiere al día en que la Corte Marcial le negó
la libertad condicional: “El fiscal Lorenzo Andrade, nuestro acusador, poco antes de que yo debiera volver a Capuchinos, apareció por la sala de los presos de la Fiscalía Militar. Mientras me palmoteaba la espalda, dijo: 
–Yo no tengo nada contra ti, sabís. Además, encuentro que escribís re bien.
–Entonces, por qué tanto empeño en cagarnos.
–La ley, pos gallo, la ley. Yo tengo que hacer que la ley se cumpla. Pero vos me caís bien.
El gendarme lo miró con un cierto desprecio.
–Tenemos que irnos señor –me dijo. Y me invitó a caminar con un leve gesto.
–Chis, no pos mi gendarme –objetó el fiscal–. No está cumpliendo con el reglamento. A este huevón se lo tiene que llevar encadenado. Está declarado reo por insultar a mi general.
El gendarme me miró con un gesto de impotencia. Sacó la cadena, me ató las manos y después me la pasó por dentro de la pierna del pantalón derecho. Luego, me la ató en un tobillo.
–A ver, así no es la cosa –volvió a la carga Andrade–.
Usted sabe que se la tiene que poner corta. El gendarme la acortó y puso el candado”.
Semejante devoción por la ley llevó al fiscal Andrade a concebir una idea memorable: solicitar un “informe sicopolítico” sobre el Diario personal que probara que Contreras y Marras eran terroristas intelectuales. El problema es que nadie lo quería hacer. “En esta Pontificia Universidad Católica de Chile no se imparte ni se ha impartido la Cátedra de Psicopolítica”, respondió primero la UC.
La Universidad de Chile hizo lo propio y luego se negaron la Sociedad Chilena de Neurología y el Colegio de Psicólogos de Chile. Hasta la Academia de Estudios Políticos y Estratégicos (dependiente del Ministerio de Defensa) se declaró incompetente, adjuntando en su respuesta los contenidos de su asignatura Guerra Política, donde entre nuestros potenciales enemigos externos aparecían la ONU, la OEA, la OIT y la Banca Internacional (sic). Y aunque los estudiosde la Academia contemplaban “El aprovechamiento del consciente, subconsciente e inconsciente del individuo”, sicopolítica no hacían. Andrade cortó por lo sano y le pidió el informe a la CNI. Su director, el general Hugo Salas Wenzel –quienun par de meses atrás había ordenado la matanza de la Operación Albania, delito que hoy paga en Punta Peuco– asumió personalmente la redacción del informe. 
A continuación, algunos extractos:

La referida publicación cae en excesos y bajezas, que se apartan de la concepción periodística en lamateria para profundizar en un ataque de la más refinada técnica sicopolítica. […] La acción sicopolítica
está orientada, en forma sistemática y reiterativa, a difundir la idea de que la persona de S.E. el Presidente de la República tiene las supuestas características que a continuación se indican:
–Desequilibrio de la personalidad, con predominiode traumas infantiles que lo conllevan a una conducta desconcertante.
–Falto de formación intelectual.
–Dominado por quienes tienen personalidad más fuerte (imagen del padre). […]
–Cuadro de neurosis –apartamiento de la realidad—actitud de contra compulsión que lo hace actuar contra la lógica.
–Ansias de perpetución histórica. […]
–Horrorosa imagen de un tirano que no puede estar sin succionar sangre (páginas 12 y 13), homologándoloa la leyenda de Drácula.
–“Buen Vino, Pequeño Maligno” y se agrega que“solo entre amigos” (fiestas con mujeres en la intimidad) (P 14).
–Se reitera su atribuida inclinación de ver correr sangre, beber y rodearse de mujeres, a quienes les atrae el terror (P 15).
–Neurosis por crímenes. Profundas depresiones de tipo infantil y proyecta su YO dividido (real ideal) y este último le representa lo despreciable que hay en él (P 16). […]
–Oníricamente se le visualiza como desviado sexual y que es preciso intervenirlo neuroquirúrgicamente.
Para terminar en contraportada, presentándolo como un monstruo. (P 24).
De poco sirvió tanta perspicacia. Los inculpados tuvieron de su lado a la opinión pública chilena e internacional y tras un fallo dividido, la Corte Suprema les concedió la libertad condicional. Cinco años después, la justicia civil los sobreseyó. Pero el humor de APSI también supo de pasiones religiosas. En noviembre de 1987, la reproducción de unos cómics españoles sobre Dios indignaron a un movimiento“teocrático” que respondió arrojando kilos y kilos de gallinas podridas, refritos de pescado y caca humana a las puertas de revista. “Señor Presidente, ¡relegue a estos marxistas herejes!”, escribieron en la pared. Y por si acaso, llamaron a la redacción: “Blasfemar el nombre de Dios no es algo gratuito. Si quieren Inquisición, la tendrán.

Esta absurda aventura judicial constituye sólo uno de los 12 capítulos de Memorias de un testigo involuntario (1973-1990), libro donde el periodista y escritor Sergio Marras (64) recrea las escenas y conversaciones que registró durante los años de dictadura entre Chile, Latinoamérica y Europa. Además, hace una dura crítica al periodismo chileno posterior a Pinochet, y a la falta de vigor de su generación como heredera de la democracia.

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Diario El Mercurio

30 de noviembre de 2013

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EL 12 DE SEPTIEMBRE DE 1973, Sergio Marras, con 23 años, fue apuntado en su casa con una ametralladora e interrogado sobre los extranjeros que allí escondía. No escondía a ninguno, pero salió de Chile —"sin que nadie me persiguiera”— lo más rápido que pudo. Era periodista y sociólogo. Marchó a la España franquista. Allí empieza tomando fotografías de desnudos, pero también conoce a Juan Carlos Onetti, Jorge Luis Borges, Camilo José Cela... Desde 1976 fue corresponsal, después editor cultural, general y director adjunto de la revista Apsi. Mirando desde esa perspectiva y otras (fue fundador de la editorial Ornitorrinco, en que se publicaron textos de vanguardia literaria) entrega fogonazos sobre la cultura del Chile de la época. A saltos, en el tiempo y en lugares, desde Chile a Europa o México, recuerda hechos, personas y personajes que le tocó conocer. Son muchos: desde políticos a escritores, nacionales y extranjeros. El humor que impregna este libro, también lo hacía en Apsi, lo que le trajo algunos problemas durante los 80.

 

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